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jueves, 30 de octubre de 2014

Arte para comérselo




  La publicidad en muchas ocasiones recurre al arte para basar sus campañas, ya que de esta forma causa un mayor impacto visual en el espectador. Esto lo podemos ver en el mundo del cine, en el de la música, incluso en el de la cocina.

  En este caso, encontramos que la agencia de publicidad “Shalmor Avnon Amichay”, de Tel Aviv, realizó en el año 2011 una campaña publicitaria para la empresa de Magimix, fabricantes de máquinas para procesar alimentos. 

   Los publicistas quieren transmitirles a sus potenciales clientes la sensación de actualidad de este robot de cocina, por medio de obras de arte que siguen siendo una gran fuente de inspiración y siempre las tenemos presentes. Estos robots pretenden ofrecer una gran ayuda para cualquier persona que intente acercarse al mundo de la cocina, ya que entenderá que cocinar puede ser cómodo y rápido

   Se inspiran en cuadros de famosísimos artistas, para crear una fuerte sensación en las personas de que cocinar es un arte. El primer ejemplo es El hijo del hombre, de René Magritte siendo el ingrediente principal la manzana. El segundo es de Picasso, el artista español más reconocido del cubismo, con uno de sus retratos de mujeres sentadas. Finalmente, en el último se recurre a La Mona lisa, de Leonardo Da Vinci.
 
   El consumidor se sentirá atraído por el robot a través del color y la frescura utilizados en las obras de arte. Pensará que es una buena inversión  adquirir un producto duradero con el que poder picar y rebanar verduras como todo un artista.


Nuevos Ojos


Uno de los motivos por los cuales el artista crea su obra es para poder exponerla. Esto implica la voluntad por parte del artista de establecer un vínculo autor-obra-espectador. Sin embargo, no es la única voluntad que cuenta.
El espectador tiene una importancia igual a la del artista en el vínculo, que en su caso va en sentido contrario (espectador-obra-autor). Es posible que una vez que el individuo expectante ha dado el paso de entrar en un museo o una exposición ya está en posición de establecer esa conexión con el artista a través de su obra. Así pues entramos en el terreno de reconocimiento y comprensión, acorde en cada caso al tipo de exposición y su nivel de abstracción.

Ocupémonos de un caso en particular que aconteció el domingo 12 de Octubre. Tras leer el fragmento de la primera práctica que hicimos, me dejó muy tocada el hecho de que conocer la historia del arte nublaba, por decirlo de alguna manera, la visión de la obra en sí; se tiende a comentar aspectos que has aprendido en los libros sin pararte a disfrutar. Con esto en mente, organicé una especie de experimento empírico para analizar las reacciones de 3 tipos de espectadores hacia el arte: Alguien que no se había parado a contemplar una obra de arte, dos personas con una larga trayectoria de museos visitados y una auténtica fanática del arte. (A partir de ahora los llamaré: Nuevos Ojos, Fanática e Intermedios)

Empecemos por Nuevos Ojos: El espectador se haya en una sala repleta de obras artísticas de Miguel Navarro, en el IVAM. Desgraciadamente, lo primero de lo que se percató fue que había un hombre trajeado que podría ser el artista o un miembro de su familia que venía en su nombre. Sin embargo, una vez se deshizo del lastre que supone que el artista sepa lo que comentas de su obra, pudo centrarse en ella y analizarla (que en este caso, hacía falta). 

Antes de continuar quizá convenga explicar de qué iba la obra: a grandes rasgos se basaba en lunas, fábricas, ciudades y sexo. Me explico: Las acuarelas hacían referencia a fábricas y lunas, juntas habitualmente, y que representaban casi una obsesión para el artista; sin embargo también vimos una serie de pinturas con el sexo masculino y un saltamontes u otras en las cuales las fábricas y las personas se fusionaban e interpretaba escenas sexuales o luchas con esta especie de hombres-fábrica. La parte escultural de la exposición eran, por la parte de la escultura metálica, o bien hombres con su sexo bien presente, o bien ciudades enteras hechas a base de pequeñas y grandes piezas, la parte de escultura de un material cerámico tocaba temas similares.

Ante todo este mundo interno del artista, la primera reacción de Nuevos Ojos es la estupefacción y la intriga. Poco a poco, cuanto más se adentra en su obra, empieza a sentir y a opinar de distinta forma. Hace referencia a composición, sobre todo por las ciudades. Pero lo que más comenta es el cromatismo y la originalidad en sus pinturas, sin perder ese punto picante que cualquier obra que evoque al sexo despierta (y más si es sexo homosexual entre hombres-máquina). 
Es curioso que los aspectos que más le llamen la atención no sean si "está bien pintado" o si "no entiende la obra", no, fue capaz de sin tener apenas ningún conocimiento previo hacer una reflexión sobre cromatismo y composición. Ello se explica quizá por que es lo más inmediato al contemplarla, sin darte cuenta o bien estás a gusto mirándola o bien hay algo que falla. 
Otro aspecto interesante  a comentar es el ritmo que llevaban cada uno de los sujetos del experimento: El  paso más lento lo llevaba Fanática, quizá por un excesivo deleite visual, sin embargo (y aquí viene lo curioso) a ella le seguía Nuevos Ojos, mientras que los más rápidos eran Intermedios. Este hecho no deja de sorprender, ya que quizá el ímpetu con el que te enfrentas a tu primer museo no sea el mismo, ni mucho menos, que cuando ya tienes una experiencia. Los comentarios además eran muy diversos: Fanática era pura emoción, pero también estaba cautivada por ese mundo de la mente del artista, Intermedios discutían entre ellos cuál era su obra favorita, y Nuevos Ojos, tras perder el miedo a hablar por si el artista le estaba observando, se dedicó a obra por obra tratar de decir (con más o menos éxito) por qué le gustaba o no. 

Fue una jornada muy intensa de la cual saqué una conclusión sobre todas las demás: La producción artística no puede buscar la relación artista-obra-espectador pensando únicamente en un tipo de espectador ya que, como hemos podido comprobar, no hay cuatro ojos iguales.


Increíble

Es curioso cómo llegamos a ser quienes somos y por qué. Esto que parece una aseveración filosófica profunda no es sino  una forma de decir lo contrariada que estoy. Me explico: Ayer en una clase se lanzó la siguiente pregunta al aire: ¿Cuál es la casa de vuestros sueños?

Esta pregunta que en principio era completamente inocente y que debía servir para abrir un debate, no solo no consiguió su propósito sino que  provocó el pánico entre los miembros de dicha clase. Somos estudiantes de arquitectura y la mejor aportación que escuché fue "I would like a big walk-in closet" (me gustaría que tuviera un vestidor grande). Vaya, me he descubierto, era la clase de inglés aplicado. ¿Esto qué significa? ¿por qué hemos decidido estudiar arquitectura si ni siquiera tenemos claro cómo nos gustaría que fuera nuestra propia casa? 
No es menos remarcable que yo misma me quedara en blanco ante esa pregunta. Alguna característica vino a mi mente, quizá de la calidad del ejemplo anterior: "Me gustaría una doble altura, o si no un piso pequeño, tal vez no en la ciudad sino en un pueblo cercano...". Increíble.

Es por esto que estoy de mal humor desde entonces. Quizá LA pregunta parta de lo que he planteado al principio: ¿por qué llegamos a ser quienes somos? ¿Cómo? ¿Qué es el amor a la arquitectura? ¿Saber apreciar trabajos de otros arquitectos? Quizá el hecho de que respondamos a la maldita pregunta planteada en inglés conforme lo haría una bióloga, o cualquier otra persona de cualquier otra profesión que nada tenga que ver con la arquitectura, dice mucho de nosotros.


Espero escribir próximamente "LA CASA DE MIS SUEÑOS" o si no, mal vamos.

Desempolvando la memoria valenciana: exposición "El tranvía de caballos. 1876 - 1925".

¿Cuántas veces habremos soñado con viajar en el tiempo? Ese anhelo ha llegado incluso hasta la gran pantalla y si no que se lo digan a Michael J. Fox; pero ahí se ha quedado todo, en una ilusión. El problema ya no es una cuestión física sino de curiosidad. Si careciésemos de esas ansias por conocer hasta el más mínimo detalle, fin de la historia. Sin embargo, perder aquello que nos mueve y que nos hace crecer sería contraproducente, tanto que seguro que el mundo se volvería gris. Por suerte, a falta de coches teletransportadores, a alguna mente pensante se le ocurrió realizar exposiciones. Sí, exposiciones y no, no son aburridas. Quien realiza una exposición tiene la voluntad de mostrar algo, y ese algo, en ocasiones, puede tratarse del pasado. Sólo es cuestión de echarle un poco de imaginación y navegar entre las mil y una cosas que se nos presentan ante nuestros ojos.

Cartel promocional de la exposición
El día 26 de octubre, se inauguró en la Estación del Norte de Valencia la exposición "El tranvía de caballos. 1876 - 1925". En realidad no es una exposición sino dos: el contenido y el contenedor. En perfecta armonía conviven las preciosas escenas de la huerta valenciana hechas con "trencadís" que decoran las paredes y el techo de la sala con las fotografías amarillentas de los paneles que narran el pasado de la ciudad. Ambas se complementan: mientras una muestra la riqueza y el color de la naturaleza, la otra refleja el movimiento y la seriedad urbana. Esta simbiosis queda plasmada a la perfección en los expositores, que son de madera pero están pintados de gris.

Escenas de la huerta valenciana
En nuestro recorrido a través de ellos vamos adentrándonos cronológicamente en ese cambio que ha sufrido, no sólo el transporte público, sino también las calles, los edificios...las personas de la capital. En las primeras instantáneas aparecen tranvías tirados por caballos junto con sus planos (plantas, alzados y secciones). Como curiosidad, uno de los documentos que podemos encontrar es una relación de personas dedicadas a la cría y conducción de estos animales que, con la llegada del vapor y más tarde la electricidad, se les destinó a otro tipo de actividades entre las cuales figuraba "Conductor de primera" (un oficio que todos los niños conocen porque es parte de la letra de una canción popular infantil).

Detalle de la lista de recolocación
En las siguientes fotografías aparecen lugares emblemáticos de Valencia como las Torres de Quart o el Teatro Principal en la calle Barcas salpicados por la presencia de estos pequeños trenecillos que cada vez eran más rápidos. No hay que olvidar que el vapor y la electricidad afectaron especialmente al sector de los transportes.


Adoquines que formaban la 
antigua vía del tranvía
Sabiendo lo lejanas que pueden resultar muchas veces las imágenes, la exposición incluye un pedazo de vía y las piedras que la formaban para acercar al espectador la realidad de aquellos días. También se pueden contemplar las herramientas que se utilizaban para su construcción.


En definitiva, es un verdadero placer viajar en el tiempo y redescubrir la Valencia antigua, aquella de arena y polvo que subyace bajo el alquitrán de las avenidas. Ojalá se nos abrieran más oportunidades de este tipo para entender que al igual que las personas, las ciudades también cambian. Desenterrar las cicatrices de ese crecimiento ayudaría a amar más cada rincón que la conforma y es que Valencia, al igual que las abuelitas, también nos quiere contar los mil y un romances que ocurrieron en sus calles. Sólo es necesario abrir el oído y prestar un poco de atención, todavía el viento trae el eco de aquellos tranvías.




Vista completa de la exposición
Tranvía eléctrico frente a 
la Estación del Norte
Algunas de las herramientas para construir 
las vías
Tranvía de tracción
animal por la calle Barcas

Exposición: Fotomontajes


















miércoles, 29 de octubre de 2014

Exposición de Anna Tur - Un viaje por África

La pasada semana tuve la oportunidad de acudir a una exposición de pinturas en Bellreguard. La artista se llama Anna Tur, artista contemporánea. La exposición tenía una temática inspirada en África.


La mayoría de las obras, corresponderían al género retrato, habiendo otras que serían bodegones o naturaleza muerta. 
Respecto al grado de abstracción, encontramos obras muy realistas, y otras con un grado de abstracción muy elevado.



La exposición estaba ubicada en una sala en la planta baja de la Casa de Cultura de dicha población, con paredes blancas y la iluminación, aunque algo pobre, destacaba las pinturas sobre cualquier otro elemento.


Las pinturas colgaban de las paredes con un mecanismo de riel y cierta inclinación hacia delante. Otras de tamaño pequeño, estaban sobre atriles de metal.
Algunas obras tenían marco que realzaba la obra, pero otras muchas, dejaban el lienzo visto, dando más importancia a la obra en sí.


En general, aunque las obras me gustaron, eché en falta alguna identificación y alguna cartela con explicación y esque las obras tan solo estaban numeradas, no habiendo explicación alguna sobre la temática o lo que inspiró a la artista para crearlas.

Además, considero que la exposición tenía una composición demasiado abigarrada, impidiendo al espectador centrarse en una obra, y admirarla tal y como se debiera. Era un espacio demasiado reducido, para la cantidad de pinturas expuestas.

En resumen, es una exposición interesante por la belleza de algunas de las obras expuestas, pero pienso que podría estar mucho mejor enfocada de cara al espectador, de manera que fuese ayudado a entenderla e involucrarse en ella de manera activa.


Lo efímero inmortalizado




Piensa en un momento efímero. Un momento que te invada con una sensación. Una sensación que te haga sentir como si el mundo que te rodea desapareciera durante ese espacio de tiempo. Un momento de tal magnitud que no lo puedas describir con palabras. ¿Lo guardarías en una caja para conservarlo siempre si pudieras? ¿Seguro? ¿O a caso aquello que hace especial ese momento es el simple hecho de tener fin? ¿No es esa sensación de que algo no es infinito lo que te hace disfrutarlo aún más?

Estas fotografías transmiten todo eso.

Es cierto que siempre se dice que la fotografía tiene la capacidad de inmortalizar un momento y así poder guardarlo contigo para siempre; pero de ahí viene nuestro afán por capturar esas escenas, el saber que todas ellas tienen una duración, una duración limitada. Y tenemos miedo. Miedo a olvidar lo que sentimos y miedo a que no se repita jamás. Pero eso es lo bello de esos pequeños e intensos momentos.

Los fuegos artificiales son muy efímeros. Tal cual aparecen, se marchan, y todo tan sólo en unos segundos. Por eso es muy difícil captarlos con nitidez, y por eso mismo también me encanta fotografiarlos. Puede que al hacerlo esté “inmortalizándolos”, pero a la vez en la fotografía queda constancia de esa fugacidad. Elementos nítidos y elementos borrosos, que a simple vista no nos dan la sensación de mal fotografiados, sino que lo atribuímos a la naturaleza de esos fuegos artificiales.

He escogido estas fotografías porque a mi, personalmente, me transmiten una sensación importante. Pienso que expresan algo más que los fuegos artificiales que estaba viendo justo en ese momento, porque van más allá de lo visual. Obviamente también me gustan por los colores cálidos y vibrantes, y por cómo ha quedado capturada la luz en ambas, convirtiendo los destellos casi en polvo de hadas. Pero aparte de todo eso, expresan esa brevedad que he explicado antes y, además, lo que esa escena me infundía en ese momento. Gracias a estas fotografías y a cómo están capturadas yo puedo transportarme de nuevo a esa Nit del Foc de 2012 y repetir una de las cosas que más me gustan: observar y disfrutar de los fuegos artificiales.


Esa mortalidad de aquel momento concreto fue lo que me incitó a disfrutarlo con mayor intensidad, y lo que lo hizo bello. Y ese afán por captar la temporalidad fue lo que me llevó a sacar la cámara y a querer mostraros estas fotografías hoy. 

La ambición rubia



Ser. El primer verbo que nos enseñan en inglés y, a las puertas de la muerte, el concepto que se nos escapa todavía de las manos. La pregunta que se hace la humanidad desde hace milenios y la duda que, penitentemente, arrastraremos. ¿Quiénes somos?

 
Álbum "Celebration" de Madonna
               
  Ser implica situarse en la difusa y casi invisible línea entre la originalidad y la copia. Contemplando el álbum “Celebration” de Madonna, se nos hace presente nuestra eterna lucha interior: ese configurarse como persona que alterna las influencias cercanas y a la vez, la rebelión ante la monotonía, el deseo ardiente de sobresalir. En ningún momento la portada esconde la presencia de Marilyn Monroe; pero no es su rostro el que vemos, es Madonna quién nos mira sugerentemente. Ahí se rompe la copia.
                
¿Y por qué imitar? Recorrer el camino que ha sido allanado previamente resulta mucho más sencillo. Madonna se reviste de las características de Marylin: la ambición, la fama o la seducción para que las acabemos asociando a ella. Además, comercialmente, algo conocido siempre atrae más. 


 
 "Marilyn Monroe" de Andy Warhol
            
Finalmente, el CD apela a la inmortalidad. Marilyn pasó y también lo hará Madonna; mas un instante de sus vidas, el que captó Warhol y el que quedó plasmado en la carátula, perdurará en el tiempo. Hay quién le basta con ser para sí mismo, hay quien es con los demás y para los demás. Lo que la inmortalidad en un ataque de picardía se calló es que ni siquiera esos colores tan descarados que dan vida a sus rostros pueden durar para siempre. Los segundos, silenciosamente, irán arrebatando cada pincelada que un día fue puesta. Porque nada escapa de la muerte ni de su apellido: olvido.

La influencia del arte en el diseño publicitario.


Son muchos los casos en los que imágenes y vídeos encarados al público, están inspirados en obras de arte y se puede observar cómo hacen referencia a ellas. Un campo en el que se utiliza mucho esta alusión, es el de la publicidad. Un ejemplo de ello es el la campaña publicitaria de la colonia “Aqua Fahrenheit” de Dior en el 2011, en la cual, se puede ver una relación con el cuadro del pintor romántico alemán Friedrich, “El caminante sobre el mar de nubes” de 1818.

Póster publicitario Aqua Fahrenheit
El caminante sobre el mar de nubes, Friedrich, 1818
En las dos imágenes se puede observar a un hombre en lo alto de una elevación, los dos situados en el centro de la ilustración, vestidos de negro,  con la pierna izquierda adelantada, observando  un paisaje. En el caso del cuadro, observa un mar de nubes sobre una montaña y al final de la vista se ve la prolongación de la cordillera fusionada con las nubes. Por otro lado, en la campaña publicitaria, el hombre observa un mar revuelto desde un acantilado, tan rocoso que recuerda mucho a la montaña de Friedrich, y al fondo de la imagen, se ve la continuación del acantilado fundido con las nubes, como ocurre en el cuadro. Estas características comunes también se ven en el vídeo publicitario de la marca.

Todas estas similitudes de la campaña publicitaria con el cuadro pueden ser porque quieren identificar las características de la colonia con las que la pintura representa, por una parte, la relación del hombre con la naturaleza y el sentimiento de triunfo de llegar hasta esa cima, es decir, orgullo y satisfacción. Y por otra parte, conseguir una composición pictórica que nos evoque el romanticismo.

Las mayores diferencias que se observan entre las dos ilustraciones son los tonos, que en el póster publicitario han utilizado colores más cálidos en vez de los fríos que caracterizan los de la pintura. Y además, el punto de vista se ha girado y no se observa el hombre de espaldas, sino, que se ha volteado un poco y se observa desde un lado.

A pesar de esto, no podemos negar el gran parecido que hay entre la campaña de Dior y el cuadro de Friedrich, y como los dos transmiten la misma esencialidad romántica.

 
Anuncio publicitario de la colonia